En los últimos meses la sociedad argentina está siendo testigo de cambios importantes en la manera de proceder de la Justicia, cambios que reflejan la libertad con la que trabaja uno de los principales poderes de nuestro país.
La elevación a juicio oral y público por la causa Los Sauces que llevará al banquillo a la ex Presidente Cristina Kirchner y sus hijos Máximo y Florencia es una simple muestra de que a la Justicia le faltaba independencia para avanzar de la manera que corresponde, donde por fin los culpables son acusados y condenados y no hay sofistas que los muestren como víctimas.
Tuvimos muchos años una matriz de corrupción nunca vista que se diversificó en cada área del Estado, formando así una enorme ramificación de dinero oscuro, aprietes y favores que compartían funcionarios, empresarios, jueces y otros directores de orquesta.
Durante más de una década se llevó a cabo una ingeniería especial destinada a robar sistemáticamente dinero de cualquier oficina pública que terminaba en bolsos con destino a Olivos y El Calafate.
El caso de Los Sauces no deja de asombrarnos, una sociedad que integraban los hijos de la Presidenta y a Cristina Fernández de Kirchner como la jefa no de un Estado, sino de una asociación ilícita, cuyos clientes eran los ahora presidiarios Lázaro Báez y Cristóbal López, quienes disfrazaban alquileres de inmuebles para justificar flujos de dinero sospechoso.
Por ese motivo es imperativo que el Congreso deje de ser un aguantadero, un refugio para muchos dirigentes corruptos que creen encontrar allí una suerte de burbuja especial donde la Justicia no los alcanza como a cualquier ciudadano.
El pueblo argentino fue otra vez estafado, porque en esta interminable lista de corruptos encabezada por Cristina y que también integran ex ministros, hombres de negocios y operadores de turno, se fue el dinero destinado a las obras que no se hicieron en la década robada y con el gran parte del futuro.
Toda esta cadena de hechos no pudo haberse logrado sin complicidad de las más altas autoridades de nuestro país, pero también cabe destacar que, gracias a la figura del arrepentido, la Justicia ha podido obtener información que de otra manera no se podría sumar a la causa y lograr que los culpables vayan presos.
Es inaudito que una persona como Máximo Kirchner, del que nunca se conoció actividad profesional declare un patrimonio de 94 millones de pesos. Pero la asociación ilícita no termina ahí, porque esta ruta del dinero k tenía otros actores que hacían el reparto para sacar fondos non sanctos que luego volverían a ser introducidos al país. Claramente, la ex Presidente no podía desconocer estas maniobras fraudulentas de las que participaba su familia.
Los cuadernos que el chofer Centeno describió con minucioso detalle son la historia de doce años de robo, de nombres, direcciones y cuantiosas sumas de dinero, muchos caminos que no conducen a Roma, sino a la cárcel de Ezeiza.
No hay dudas de que Cristina va a terminar presa. Va a ser condenada por la megacausa de Los Sauces y Hotesur y por los sobreprecios en la obra pública. Es ese camino indicado por el que vamos y que desde el Congreso tenemos que seguir trabajando para garantizar el funcionamiento pleno de las instituciones, así como también la independencia de poderes que tanto necesitaba la República.