La clínica fantasma de Hugo Moyano
Habían pasado diez meses desde que la Obra Social de Choferes de Camioneros había comprado en una quiebra el sanatorio Antártida. El 14 de diciembre del 2009, desde el estadio de Vélez, Hugo Moyano anunció: “Hoy hemos inaugurado simbólicamente uno de los sanatorios más emblemáticos que existen en nuestro país”.
Tras nueve años, extrañas trans-ferencias en el medio y dos inauguraciones oficiales, el edificio sigue tapiado como el primer día.
En febrero del 2009 la Obra Social del sindicato de Moyano compró en una quiebra el edificio de Avenida Rivadavia 4980, en Caballito, por $ 10.500.000. Allí, el líder de Camioneros proyectaría una megaobra para sus afiliados. Unidades de alta complejidad, guardia médica y shockroom, con capacidad para hacer trasplante de médula ósea, entre otras prestaciones que, aún hoy, promete la página web del sanatorio que sigue sin abrir sus puertas.
Lo más polémico sucedería dos años después, en noviembre del 2011, cuando se transfirió el inmueble de la Obra Social al Sindicato por 334 millones de pesos, según consta en la transferencia de dominio a la que accedió NOTICIAS. Una suma 32 veces más alta que llamó la atención de la diputada macrista Graciela Ocaña, la mujer que puso contra las cuerdas a Moyano en la Justicia.
Casualmente, ese año las empresas ligadas a Hugo Moyano que son proveedoras de Camioneros estaban renegociando sus contratos con el sindicato. Una imagen que cualquiera puede imaginar insólita: Moyano y su mujer, Liliana Zulet, junto a sus hijos e hijastros, discutiendo por el precio que debían pagarle por los servicios prestados.
La hipótesis que estudian en Comodoro Py implicaría una venta simulada para “hacer caja” en la Obra Social y de esa manera tener dinero para pagar a las proveedoras de la familia. “Paradójicamente, la Obra Social es inviable, mientras que las empresas de Moyano-Zulet no pararon de enriquecerse succionándole sus fondos”, escribió Ocaña en la denuncia. Los límites entre Camioneros y la familia son difusos para Moyano. De todas formas, todo queda en su casa.
Nueva inauguración. Habían pa-sado ocho años desde la primera presentación fallida. Ya no estaba el kirchnerismo sino Mauricio Macri en la Presidencia y la relación del líder sindical con el Gobierno tambaleaba. La nueva inauguración del Sanatorio, en enero del 2018, fue el último atisbo de buena sintonía entre ambas partes. El edificio de 13 pisos de Caballito recibió a Moyano, pero también al ministro de Trabajo, Jorge Triaca, y al vicejefe de Gobierno de la Ciudad, Diego Santilli. De hecho, habría estado presente Macri si no se hubiese cambiado la fecha de la inauguración para el martes 9 de enero.
“Esto es de ‘prima-prima’”, decía Moyano a sus invitados en el extenso hall de la casa de salud. Algo similar a lo que había dicho casi una década atrás, en la primera inauguración. “No en muchos lugares se ve una obra de esta naturaleza, con la aparatología de última generación y todo lo necesario para atender bien la salud del trabajador y su familia”, esbozó después en un discurso general. Y completó: “Es una obra extraordinaria que yo no la había visto terminada como el día de hoy”.
Sin embargo no estaba tan terminada. Al menos eso se puede evidenciar porque la entrada, ya promediando marzo, sigue con carteles de construcción. Todo eso, a pesar de que en internet figura “abierto las 24 horas”, con imágenes de consultorios completamente equipados y gente ingresando al lugar. El teléfono que se da como referencia, de hecho, no es del sanatorio.
“Están habilitados los quirófanos. Los permisos del Gobierno de la Ciudad son por tramos, porque es todo nuevo”, se excusan desde el entorno de Moyano.
Luego de la última y flamante inauguración se profundizaron las diferencias entre el sindicalista y el Gobierno. Tras los cortocircuitos, el divorcio se produjo con la multitudinaria marcha a la que convocó Moyano el 21 de febrero, de la cual se le despegaron otros sindicatos. En 23la Casa Rosada no se amilanaron con la manifestación que convocó cientos de miles de per-onas en la Avenida 9 de Julio. “Moyano se pegó con Bonafini, con Máximo Kirchner y con personajes que son del pasado. Era un tren fantasma eso”, analiza para NOTICIAS Jaime Durán Barba. Y completa: “Mientras más se junten estos personajes es mejor para Cambiemos, porque se hunden más”.
Aislado por el Gobierno y arrinconado por la Justicia, Moyano busca la estrategia para salir del rincón. Pudo sobrevivir al veneno K, pero se enfrentó muy pronto al macrismo. A los 74 años asegura que no teme ir preso, pero las celdas de Ezeiza y Marcos Paz están muy lejos de la opulencia en la que se acostumbró a vivir, en su mansión de Parque Leloir o en el dúplex de 500 metros de la calle Montes de Oca, decorado, según testigos, con estatuas de cristal de Swarovski.
Moyano espera. Como aguardan sus afiliados la apertura del tan publicitado sanatorio.
Fuente: Revista Noticias 12/03/2018